¿Por qué no dejo de pensar en lo mismo siempre?
Siento que ella se marchita más a cada día que pasa y yo sigo siendo la misma desde... bueno, realmente no me acuerdo desde cuando.
No quiero que pase un día más, no puedo soportarlo, soportar la idea de que algún día la perderé para siempre y no puedo hacer nada... pertenecemos a mundos diferentes y ella no sabe que la observo cada noche después de calmar mi sed.
Siempre he estado a su lado, en todos los momentos de su vida, siempre mirando en la sombra y protegiéndola de todos los peligros nocturnos que la acechaban.
Cuando era pequeña siempre hablábamos por las noches, yo era su amiga especial, su confidente, su ángel de la noche y ella era el sueño que nunca podré abrazar, siempre intentando no romper la barrera que separa nuestros mundos.
Ella creció, se hizo mayor y ya no hablábamos, sus padres le convencieron de que su “amiga imaginaria” no existía y dejó de hablar por las noches por temor a las reprimendas de sus progenitores. Fue difícil de aceptar por mi parte, puesto que lo poco que nos unía desapareció, fue un duro golpe para mí, incluso he tenido la tentación de matarlos muchas veces, pero no puedo alterar su mundo, no sin una buena razón... ya me he estado arriesgando siempre por seguir a su lado sin ser vista, tenemos que permanecer en la sombra.
Pasaron los años y ella creció, se hizo una chica muy atractiva y tuvo muchas parejas, pero yo se que nadie la ha amado como yo he hecho y sigo haciendo, lo veía en sus miradas, en sus pensamientos obscenos hacia ella... menos mal que he tratado de alimentarme bien antes de ir a verla, sino habría muchos cadáveres enterrados... demasiados.
Ha vivido una vida plena, nunca le ha faltado de nada, pero siempre estaba como en otro mundo, creo que realmente no ha sido feliz y eso me remueve las entrañas... me prometí a mí misma que nunca me inmiscuiría en su mente y lo he mantenido siempre, se lo prometí hace décadas.
Ahora está tumbada en la cama, su pelo blanco enmarañado brilla con la luz de la luna, no ha perdido su belleza, no para mí.
Pero algo en ella ha cambiado.. esta noche es diferente, su corazón es diferente y ella lo sabe, sabe que hoy es la despedida, yo la observo desde un tejado y ella busca algo con la mirada en la noche, ¿me estará buscando a mí?
Las lágrimas empiezan a brotar de sus ojos verdes, esos ojos que se han ido apagando con el paso del tiempo. Finalmente se acaba durmiendo mientras pequeños rios de lágrimas mojaban sus mejillas.
Yo me acerco hasta el alféizar de su ventana y, para mi sorpresa, estaba abierta. Entro, no entro... ¿qué puedo hacer?... esta es la última noche, su vida se marchita y no se qué hacer...
No me dejes...
Hablaba en sueños...
Estoy aquí mi amor.
Las palabras salieron de mi boca sin poder detenerlas mientras entraba en su habitación y me colocaba a su lado, arrodillada en el suelo.
¿Dónde has estado?
Siempre he estado a tu lado, solo que dejaste de creer en mí, pero yo siempre he estado aquí.
Le dije mientras le cogía de la mano.
Nunca dejé de creer en tí, tu te alejaste.
No amor, he venido todas las noches.
¿Por qué no me digiste nada?
No podía intervenir en tu vida.
He estado esperándote hasta hoy y ya tengo que marchar.
Esas palabras rompieron mi corazón frío, este corazón que dejó de latir hace tiempo pero que gracias a ella volví a sentir.
Ella lo sabía, sabía que esta noche sería la última que pasará en este mundo y... me ha estado esperando ¿cómo he podido ser tan estúpida? He estado tanto tiempo observando y por no poder intervenir su vida ya ha pasado... parece que fue ayer cuando me sonrió por primera vez y ahora está sin fuerzas y llorando... ¿cómo he podido dejar que esto sucediera?
Pasé la noche abrazándola y peinando sus cabellos con mis manos, el cielo se estaba aclarando y el sol quería salir, romper nuestra última noche...
Se despertó y me miró.
Bésame
Le acaricié su rostro con todo el cuidado y amor del mundo y la besé, suspiró y cerró los ojos para siempre.
No es posible, se ha acabado. Los primeros rayos de sol ya irrumpían en la paz de su cuarto, la abracé y noté como mi piel empezaba a arder.
Nuestra historia llegó a su fin, su último aliento, mi última voluntad.
A. Pardos